Nos morimos por un beso
salvaje que nos lleve al infierno,
que nos queme la pasión
de nuestros cuerpos,
derritiendonos al son
de los movimientos rápidos,
ágiles y duros.
Disfrutamos de las sensaciones
que nos hacen pertenecer al otro,
cerramos los ojos llevándonos
al infierno de la pasión
o al cielo del clamor.
El cielo en el que nos permitimos
soltarnos mediante la liberación
de sonidos guturales que provocan
que las llamas del infierno
sean más feroces.